A ORILLAS DEL RÍO
Boda en Zumaia con comida a orillas del río
Cuando conocí a Elena y Tito se me pusieron los ojos como platos cuando me comentaron la idea de llegar en barca al restaurante. Todo lo que salga de lo normal… Y, aunque en esos días tocaban mareas vivas y el tiempo no pintaba muy apropiado para una aventura así no perdí la fe hasta unas horas antes de decidir definitivamente que no iba a ser posible. Aún quedaba en la recámara una novedad. La comida se celebraba en el asador Bedua, un restaurante en el que normalmente no hacen bodas y que está a orillas del río, algo que a priori me resultaba pintoresco.
Y así comenzó el día de Elena y Tito. Llegué a Zumaia temprano y con tiempo para comenzar las fotos con Elena en la peluquería y maquillaje. Encontré a Elena bastante tranquila, como si no fuera con ella la cosa, así me gusta. Al poco, me presntó a su madre y a su hermana. ¡Fichadas! Ambas encantadoras y también muy relajadas.
Después de la peluquería nos acercamos a casa de sus padres para comenzar con las fotos de los preparativos. Me encantó la casa. Tenía muchísimos rincones interesantes. Era grande, con decoración antigua, ventanales antiguos, muy, muy fotogénica la mirara por donde la mirara. Elena me hizo sentir como en casa así que pude moverme y proponer espacios a mi antojo a lo largo y ancho de la casa. Dos tías de Elena la ayudaron a cambiarse y llegó el primer momento del día. Tito, le había dejado escrita una nota, o algo así a Elena que le emocionó. No quise preguntar, solo recogí el momento. Mientras tanto Tito se estaba cambiando en Zarautz e iba directo a la iglesia.
Yo me adelanté a la Parroquia San Pedro, en Zumaia para ir recogiendo los primeros retratos de Tito y la llegada de los invitados. Por fin llegó Elena y fueron entrando todos los invitados. Tito aguardaba el momento junto al altar, tal y como habían acordado. Allí llegó el primer cruce de miradas. Felices, emocionados, enamorados.
La ceremonia transcurrió de forma amena y a la salida les esperaban kilos de arroz. Como ya habíamos hablado, no le dieron importancia a sus fotos y decidieron no hacerlas y marchar directamente al restaurante Bedua. Luego pude robar unos minutos para hacer algún retrato en la ribera del río. Comenzó a llover y tuvimos que apretarnos un poco pero finalmente todo salió perfecto. Los novios siempre con una sonrisa, amables, cercanos, encantadores. ¡Gracias Elena y Tito!